Aprender a no Comparar

Si hay algún sector de población donde la comparación está más presente es en la infancia. Entre niños es habitual observar cómo alardean de cualquier cosa útil para imponerse uno sobre otro, provocar envidias o, incluso, humillar.
Pero los padres también comparan unos niños con otros o a los propios hijos, destacando virtudes, defectos o enfrentando personalidades.

Las habilidades comparativas poseen muchas variantes. Cuántas veces hemos sido nosotros mismos los que hemos intentando que uno de nuestros hijos se compare con su hermano, explicándole lo bien que se porta el otro o provocándole a celos, hablándole de la facilidad que tiene por un deporte o por sus capacidades estudiantiles, como si ello fuera responsabilidad de los niños. Juntamente a la comparación, también ponemos etiquetas. A uno le decimos el listo, a la otra la alta, a otro el desobediente o vago o... infinidad de etiquetas que lo único que logran es desanimar al niño y bajarle su autoestima.

Cuando los niños reciben toda esa información, acostumbran a reaccionar de acuerdo a los mismos estímulos. Si le dicen que es vago, se lo cree y se comporta como un vago; si le dicen que es desobediente, más lo será. A esta manera de responder a las expectativas, en psicología se llama efecto Pigmalion.

Es muy decepcionante que nos comparen negativamente con los demás. Si creemos que comparando despectivamente vamos a provocar que los niños sean mejores, estamos bastante equivocados. Lo que conseguiremos será que se sientan humillados y rabiosos contra todo y contra nosotros mismos, dejándoles con la autoestima por los suelos. Esa autoestima devaluada será un activo negativo en su vida adulta, dejándoles una rémora que les costará superar adecuadamente.

Un concepto a tener en cuenta es que no educamos a todos los niños por igual. Por mucho que lo intentemos, siempre a uno se le dará más atención que al otro o se le motivará más o menos, o al primero se la dará más cuidados y, al segundo, con que ya sabemos de qué va la crianza, tenderemos a despreocuparnos más . Pese a ello, el esfuerzo a educar sin comparar ha de estar en nuestro manual diario de comportamiento hacia ellos. Los esfuerzos y la preocupación por una correcta formación para mejorar este aspecto, debería ser primordial en el ejercicio de la educción.



Aprender a no comparar

*Dejar de comparar hermanos de una misma familia.
* Cada persona es única.
* Inspirarnos unos a otros para mejorar
* La clave de la confianza.
* Hacerles ver que los queremos sean como sean.
* Enseñarlos a contentarse con lo que son.
* Animarles a ver lo que poseen no los que les falta
* No juzgarles.
* Compararlos solamente consigo mismos.
* Escribir en un papel las virtudes de cada uno de los hijos.
* Protegerlos de los acosos de la escuela.
* Enseñar la imitación positiva.




Del blog: http://vivirparavivir.blogspot.com.es/2011/06/la-comparacion-en-los-ninos.html

 

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